lunes, 30 de octubre de 2006

Segunda cita

Nuestra segunda cita tardó en llegar. Viviamos en ciudades alejadas y para quedar teníamos que tener el día libre. Él tocaba el bajo en un grupo de música y en aquel momento estaban grabando una maqueta... los fines de semana. Así que tardamos un par de semanas en volver a quedar.

No perdimos el contacto, eso sí. Seguíamos hablando por internet como hasta entonces, pero algo había cambiado en la forma de hablar. Ya no se podía decir que fueramos solo amigos, porque habían insinuaciones más o menos directas por parte de los dos.

Llegó el día de la gran cita, la primera técnicamente hablando porque esta vez sí que era una cita (con todo lo que implica la palabra). Fuimos a Port Aventura, donde descubrí que se mareaba fácilmente cuando me monté dos veces seguidas en el Dragon Khan sola, mientras él se recuperaba del primer viaje sentado. Por si no había quedado claro con eso, estuvo a punto de vomitar en otra atracción más "light", así que definitivamente los parques de atracciones no son lo suyo.

Teníamos el express, por lo que podíamos ir por colas diferentes que son más rápidas. Y aquel día no había demasiada gente con este tipo de entrada, así que muchas veces nos quedabamos solos en un pasillo solitario y se producía un silencio incomodo porque sabíamos que iba a pasar algo en algún momento y ninguno de los dos se atrevía a dar el paso.

Al final, fui yo quien se lanzó. Él iba detras mio, me paré en seco, tropezó conmigo, me giré... y le besé. Y fue todo lo maravillosos que son esos primeros besos (en este momento, las mariposas luchaban por salir de mi estomago agujereandolo porque ya no eran cosquillas sino mordiscos).

El resto del día y de la noche fue todo lo maravilloso que puede ser un día así. No recuerdo el viaje de vuelta en tren, pero tengo la imagen de cuando me dejó en la estación grabada en la memoria. Porque no sabía si le volvería a ver, no sabía si quería meterme en lo que implicaba volver a verle. Pero sabía que el día había sido divertido y fantástico. Y en mi interior, deseaba que se repitiera... mil veces más.

domingo, 29 de octubre de 2006

La primera cita

¡Ñe! Que nervios....

Era 24 de Abril de 2004 (ya hace, ya). Un día después de St Jordi. Había quedado con él en la estación de Sants y, aunque había visto fotos suyas, no tenía ni idea de como sería.

Estaba muy nerviosa, viendo pasar ciudades por la ventanilla del tren, pensando en que haríamos todo el día juntos. Por una parte me apetecía mucho conocerle, pero por la otra... ¿Y si no congeníabamos? ¿Y si nos aburríamos? ¿Y si era un psicopata? Por si acaso, ya había hecho mis planes posteriores y buscado mis excusas. Y no nos moveriamos de ningún sitio público y concurrido, así que si era un psicopata... por lo menos tendria testigos.

Le reconocí en seguida. Llevaba una sudadera de la University of California Davis, UCD, que le hacía parecer recién sacado del centro derecha español. Y era la prenda característica por la que me había explicado que le reconocería.

- Pues no es tan cantona como me habías dicho por teléfono - le dije por la espalda, referiendome a la sudadera.

Dos besos, "por fin nos conocemos, ya era hora", "no es culpa mia, es de mi pelo que no quería crecer" y camino a Barcelona.

En la primera parada, nos tomamos algo en Plaça Reial, plazita paralela a las Ramblas. En medio de la conversación sacó un libro. "La sombra del Viento", muy recomendable, y con dedicatoria.

Hablaba sobre nuevas personas, nuevos mundos, nuevos sueños... Hablaba sobre esperanzas, amistades y de alguna manera dejaba en el aire un algo más que hasta ese momento solo se había insinuado. Me sonrojé, me asusté por la profundidad de la dedicatoria y me disculpé por no tener yo también un libro que darle.

La conversación era fluida y quien más hablaba era yo. Cuando estoy muy nerviosa me da por hablar, y a medida que me relajo dejo el parloteo sinsentido. Me gustan los silencios. Pero ese día, hablaba y hablaba, me reía, gastaba bromas, quería ir a todos sitios y pasear todo el rato. Fue muy bonito y no pasó nada. Ni un beso, ni una insinuación, nada de acercamientos.

Solo al final de la tarde, sin que viniera a cuento, me dió un abrazo que me hizo sentir de nuevo como leyendo la dedicatoria del libro, con esas mariposillas en la barriga que creí que no volvería a sentir nunca.

Y pensé:

"Quizás esto sea el principio de algo bonito"

viernes, 27 de octubre de 2006

Buena pareja

La otra noche, mientras estábamos en la cama leyendo, comenzamos a jugar. Que si cosquillas, que si pellizcos... cuando parecía que se había calmado, le intenté quitar el punto de libro para perder la página. Él lo puso fuera de mi alcance, yo me abalancé sobre él.... y la cama cedió porque estábamos haciendo el tonto. 5 tablas salidas de sitio.

Lo normal cuando comenzamos a jugar de esta manera es que rompamos algo o nos hagamos daño. No hay preferencia a este respecto. De esta manera nos hemos cargado más de una vez la cama, se rompieron unas bolas de cerámica, me dió un codazo en la nariz que casi me la rompe o yo le he hecho más de un moratón.

¡Es que somos muy burros! Cuando estuvimos en Roma, llovió, abrimos los paraguas... y casi me saca un ojo. Estoy en el trabajo, cierro la puerta de la cámara frigorífica.... y se me olvida de salir de en medio. Moratón en la cadera. El mismo día, Marc se olvidó de salir de la trayectoria de la puerta del coche: moratón en el brazo. Me corto, me tropiezo, me caigo, aterrizo en el codo y me sale un huevo (en el codo por el golpe, nada testicular ni de cambio de sexo).

Y Marc se rie. Dice que somos iguales. Igual de torpes. Claro que torpes de forma diferente. Yo causo desastres porque voy corriendo a todos los sitios, intento hacer las cosas rápido. ¡Pongo la mesa en un solo viaje! Los vasos en los meñiques, en la palma extendida los platos, bajo el brazo el agua, los cubiertos en la mano libre, el pan en la misma mano... Siempre llegan sanos y salvos. Otra cosa es que en el camino me tropiece con el centro de mesa y se caiga el suelo. Pero lo de la mesa, ¡llega intacto!

Marc, en cambio, hace las cosas al detalle, concienzudamente. Lo que no impide que cause desastres también. Porque comienza una cosa de una manera y se encabezona en que es la correcta. Así que aunque este volviendose loco porque las cosas no salen... pues se obstina y se tira tres horas (o hasta que le comento otra forma de hacerlo, al principio se cabrea "lostoyhaciendoyocoñoya" y después o lo logra a su manera o lo consigue a la mía).

Le he cogido un nuevo significado al hecho de que nos digan que hacemos buena pareja. Nos reimos de los mismos chistes malos y somos igual de torpes. ¿Se habrá dado cuenta la gente? ¿Por eso nos dice que somos una pareja muy buena?

Así que somos iguales. Me imagino con perilla, midiendo 1,85 y siendo un cabezota (adorable, sí, pero cabezota). Además de los cambios, ahora sí, testiculares y de cambio de sexo. Quizás la parte más interesante del asunto :)

lunes, 23 de octubre de 2006

Conversación idiota

- Joer, Eva, no grites por la calle, que nos miran...
- Eeeeeeehhhh, que tú ya sabias como era cuando me compraste, ahora ajo y agua....
Silencio extralargoooooooo...
- Es que las instrucciones venían en chino.........



Hay que joderse.....

De boda en boda y me caso porque voy borracha

Hace un mes fuimos a la boda de un amigo de Marc. El amigo en cuestión, hacía como tres años que no lo veía porque fue conocer a la novia y salir del grupo de amigos. Algo que, personalmente, me cuesta entender.

Yo no quería ir. Me parecía un coñazo, no quería comprarme ropa de gala, no quería llevar zapatos superincomodos, no quería estar en una iglesia aguantando el discursito de un cura y no veía normal estar en la boda de alguien a quien no conocía.

Pero al final fuí. Y no fue tan terrible, porque hasta ahora solo había ido a bodas de familiares, donde tu tía cincuentona vigila y cuenta las copas de cava que puedas llevar. He descubierto que las mejores bodas son las de los amigos, donde el vino corre que da miedo y puedes reirte del vestido de la madre de la novia... porque no la verás nunca más.

Cuando llegamos al final de la comida (todo gambas, marisco, pescadito... que buenooooooo) el nivel alcoholico de la mesa se contaba por botella y media de vino por cabeza. Así que habímos llegado a un punto en que todo nos parecía gracioso. Y en un momento en que nos quedamos solos Marc y yo, comenzamos a hablar. Si nos casamos algún día, nuestra boda no será así. Nada de trescientos invitados, nada de vender la liga de la novia y desnudar al novio en el lavabo.

Así que decidimos que si era tan fácil, pues que nos casabamos.

Se lo dijimos todos los amigos que estaban por ahí que nos felicitaron con una sonrisilla en los labios. Y es que, cuando al día siguiente nos vieron, resacosos, con la boca pastosa y gafas de sol, nos lo volvieron a preguntar...

viernes, 20 de octubre de 2006

El día que todo cambió

Hoy es el día del cáncer de mama. Y se me ha ocurrido contaros algo que no sabéis, más que nada porque ya no le echo mucha cuenta. Y es que yo tuve uno hace un par de añitos.

El mío fue de los fáciles, de buena curación. Tanto es así que mi médico que dice siempre que no lo llame cáncer, sino enfermedad de Hodkin. Pero recibí quimio y radioterapia, así que sufrí los inconvenientes de tener uno.

Cuando tenía 20 años cogí una depresión. O al menos, eso me dijeron que era. Hacía unos meses lo había dejado con mi primer novio serio, con el que estuve 3 años. Pero, personalmente, para mí fue un alivio y es que al final se trataba de ver quien le hacía más daño al otro(y siempre perdía yo).

Así que cuando decía que no me encontraba bien pero que no era por haber roto con mi novio, la gente me miraba como si no quisiera aceptarlo. Existe un principio en psicología: un paciente nunca viene por el motivo que dice que viene. El motivo real es más difícil de aceptar. Y, en el caso remoto de que el motivo real sea el que te dijo al principio, tenemos soluciones para todo: se trata de un caso raro de excelente introspección. No voy a decir mi opinión al respecto porque me parece que sería echar piedras a mi futura profesión… pero ya os la podéis imaginar.

La cuestión es que durante un año estuve en tratamiento psicológico. Una vez a la semana iba a un consultorio donde siempre llegábamos a la conclusión que la culpa de todo la tenía mi madre. Lo siento, mamá, fue una época muy difícil para las dos.

Deje el psicólogo, porque no podía permitírmelo y cada vez estaba peor. Y me dedique a vivir lo mejor que sabía. Ningún trabajo me duraba mas de unos meses (eso siendo muy optimista, lo normal eran pocas semanas). Cada vez estaba de peor humor. Estaba muy flojita, solo tenía ánimos para salir con mis amigos, aunque ya desde la primera hora tuviera que sentarme porque apenas me aguantaba. Y, lo peor de todo, lo que me acompañó durante tres años, fue un picor convulsivo por todo el cuerpo. Me rascaba sin darme cuenta, durmiendo, me hacía sangre, que quedaba sin cejas de rascarme y frotarme la cara. Mis sábanas se cambiaban cada día porque siempre amanecían como si tuvieran el sarampión.

Pasaron tres años enteritos. Diferentes médicos me dijeron que era una persona autodestructiva, que tenia la piel atópica (especialmente sensible). Cuando me adelgacé 30 kilos en dos meses, llegaron a la conclusión de que estaba malnutrida, anoréxica o bulímica. Cuando comencé a toser como si fumara desde los tres años, que algo me debía meter. Cuando llegué a un punto en que tenia que dormir sentada porque me ahogaba tumbada, que lo mío era ansiedad. Pase por muchos médicos, muchos días en urgencias, cada vez menos hambre, cada vez más cansada…

Llegué a un punto en que tardaba 15 minutos para vestirme. En que levantarme de la cama era una hazaña. Me quedaba dormida en clase, tenía unas ojeras impresionantes… Y una semana comencé a vomitar a diario. Fui tres días seguidos a urgencias, leían mi historial y llegaban a la conclusión que todos. Depresión, autodestructiva, problemática. El tercer día, mi madre me amenazó con llamar a una ambulancia si no iba voluntariamente al hospital.

Tuve suerte. Di con un médico que tenía un buen día. Escuchó la tos y me hizo una radiografía.

Tenía un linfoma de Hodkin, habitual entre la gente joven y de fácil curación. El mío afectaba a los ganglios que hay entre los pulmones y había alcanzado el tamaño de una cabeza de bebe. Me oprimía los pulmones, los bronquios. Se me había extendido a los que tenemos en la clavícula.

Cuando tardan tanto tiempo en detectar un cáncer tienes que plantearte seriamente si no será demasiado tarde. ¿Y si se ha extendido? La metástasis es una posibilidad a tener muy en cuenta. Y, aunque se puede curar, implica cosas más serias como leucemias.

No fue el caso. Tenía “solo” un linfoma de Hodkin, así que con 6 meses de quimioterapia y 1 mes de radioterapia estaba limpia. Calva, cansada, con fobia a las agujas, con muchos menos amigos… pero limpia.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Durante la enfermedad conocí a Marc por Internet. Me habían puesto Internet porque siempre estaba en casa, para que estuviera entretenida. Durante dos años fuimos amigos, nos contábamos las cosas, nos reíamos juntos… Y, cuando ya estuve bien (y volvía a tener pelo), y él volvió de EUA, donde estuvo por el doctorado, quedamos. Nos gustamos. Y de ahí, hasta hoy, es historia.

Y es que de todo lo malo tienes que sacar algo positivo. Y Marc es lo más positivo de esta historia…

viernes, 13 de octubre de 2006

Los vecinos

Los vecinos… Que maravillosa palabra esa. En teoría los ves más que a tu familia, incluso te pones más cerca de ellos de lo que te pondrías con otras personas (puñetero ascensor y el espacio personal….).

Hemos tenido la suerte de tener vecinos de esos con los que no te aburres. No hay ningún yonki ni nada de eso, no. Pero tenemos especialidad en vecinos chillones.

La pareja de al lado tienen un problema serio con sus respectivas madres, porque no paran de gritarse que ya no pueden más, que tu madre es insoportable y, a ver, que le he hecho yo a ella (el eterno problema de las suegras)

Arriba tenemos un piso de alquiler. Antes de los actuales inquilinos teníamos un chico soltero que cada noche nos deleitaba con los gritos de una chica diferente. Por lo menos éste no era de mal rollo, pero a las cinco de la mañana… Pues como que jode. Y subí con mi pijama de pollito a decirle que no eran horas para estar pegando esos gritos, que probaran el maravilloso y perverso mundo de la mordaza (o, en su defecto, el calcetín en la boca…). Cuando no gritaban sus amantes, tenía Gran Hermano a toda pastilla. Me enteraba de las nominaciones, expulsados y de los agudos comentarios de la Milà sin encender la tele.

Después de este chico llegó la familia gritona. Una madre separada y sus dos hijos de 15 y 8 años. Entendemos perfectamente que se pongan a jugar a las canicas, porque son crios y eso es lo que hacen. También entendemos que pongan la consola a toda pastilla (aunque ya podrían variar de vez en cuando de juego). Lo que ya no se entiende es que nos tiren pieles de plátano sobre la ropa tendida. Y que cuando vayas a devolvérsela amablemente, veas como te miran por la mirilla y después te habrá el enano de 8 años (midiendo un metro, como cojones ha llegado a la mirilla) que convenientemente aleccionado por mama nos dice que esta solo y que su mama llegará tarde. Y cuando ya estas abajo la escuchas chillando. Como siempre, porque es eso lo que hace. “QUE HACE ESA CINTA DE VIDEO AHÍ???? ESE NO ES SU SITIO!!!!!” “NO QUIERO QUE LLEGUES TARDEEEEEE, QUE TIENES QUE CUIDAR A TU HERMANOOOOO” “HAS LLEGADO TARDE, PUES ESTARAS CASTIGADO DURANTE UN MES” (después de esto último, nos encontramos al hermano abroncado en el ascensor… de castigo nada, que se iba con los amigos).

Ahora, creo que nosotros también somos vecinos en el mal sentido de la palabra… Este verano vino mi cuñada a comer, le sentaron mal los macarrones y vomitó por la ventana sobre el aire acondicionado de la vecina de abajo. Acojonante. Y lo peor no fue eso, que dentro de lo que cabe pasa en las mejores familias. Lo peor fue mi hermano gritando por la ventana “Tráeme un cubo!!!!! Que si no esta le echamos agua y ya esta!!!!!” La escena tendría guasa, porque sí que estaban y con las ventanas abiertas. Marc y yo fuimos abajo con el cubo y unas bayetas, llamamos y con la mejor cara de niños buenos que pudimos le explicamos lo que había pasado y que veníamos a limpiarlo. Respuesta de la vecina: “No os preocupéis, ya lo limpio yo… Lo malo es que hubierais echado el cubo de agua”. Buuuuuuffffffff.

Vecinos… Cuando sea mayor, quiero vivir en una casa en medio del campo…

martes, 10 de octubre de 2006

Cambio de curro

Bueno, hace ya meses que no escribo…. Lo siento, soy así de despistada para estas cosas.

Algo que he cambiado en estos meses es el curro. Para los que no lo sepan estaba currando en un McDonalds, a espera de acabar la carrera. Pero como soy una idealista… Pues creí que se podían cambiar las cosas. Vamos que si mi jefe tenía una casa con un cine en el sótano y varios coches más caros que un piso del proletariado… es que se podía permitir un ligero aumento de sueldo. Y es que cobrábamos 4,5 €, pagas incluidas. Llamadme ilusa… pero realmente creí que si nos podía invitar a todos por navidad a cenar a un hotel de cinco estrellas, sortear premios, viajes… vamos que por llegas a los 5 € netos a la hora no se iba a morir.

Así que comencé la revolución. Reuní a los más antiguos en una cena donde intentamos ser realistas en las propuestas. Un aumento de sueldo, sí, pero sabiendo que si pedíamos el cielo nos quedábamos sin nada. También queríamos que se nos dieran más horas (porque cobras según las horas que trabajas) y así tener un aumento de sueldo currando más. En fin, nada muy disparatado.

¿A que adivináis la siguiente escena? Yo sentada delante del hijo del jefe diciéndome que había escuchado que no estaba satisfecha con el curro y que me trasladaba a otro restaurante al día siguiente. Bueno, la verdad es que yo ya estaba prevenida e informada así que, alegando que era un “cambio sustancial de las condiciones de trabajo” y que me tendría que haber avisado con un mes de antelación, pude retrasar el traslado. Pero ya estaba hecho.

Comencé a buscarme un curro nuevo. No veía futuro en un sitio donde ya sabían que me movía por sindicatos y en el momento que encontré algo di los quince días. Primer error grave: se los di de palabra a la gerente, que no me hizo firmar nada ni me dio nada firmado. Cuando ya quedaban 3 días para que se me cumplieran, el ceporro del hijo del jefe me dijo que a quien le había dado yo los quince días. A nadie… Y ante la demanda de los 20 días por año de trabajo (a los que tenéis derecho si os vais por un “cambio sustancial” de estos) me respondió que quien me había dicho a mí que me iban a trasladar. Vamos, que con el culo al aire en un momento.

Vuelvo al sindicato, le explico a la chica que ya estaba harta de verme lo que me pasa y le pregunto si pasa algo porque no les de los quince días. “No pasa nada. Tu sueldo no te lo pueden tocar porque ya te dan las pagas extras cada mes, así que no tienes finiquito…” Así que visto lo visto, le firmo el papelito con la fecha que el quería, no aviso de que voy a faltar y les dejo con el fin de semana plantado. Por cabrones.

No me pagaron Junio. Resulta que no me podían tocar el sueldo en teoría… pero igualmente yo les debía dinero por haberme ido sin dar los 15 días. Y entre pitos y flautas, no solo no me pagaron Junio sino que encima les debía 10 € que me perdonaron magnanimamente… ¿¿A que es para cagarse??

Comienzo a trabajar en el otro sitio: Bocatta. (Sí, ya lo se… solo me queda Pans& Company y el Burguer King…) A los dos meses me hacen encargada, cobro bastante más y además tengo pagas extra. Se trabaja bastante menos. Desde luego, también tiene sus cosas malas. Malísimas. Que ya os explicare otro día. Pero en definitiva el cambio ha sido para mucho mejor y después de las últimas semanas en el otro lado, se agradece poder estar más relajada…