jueves, 26 de enero de 2006

Pequeñas crisis cotidianas

Estoy en el comedor cortando el pan para tostarlo. Cuando me voy a la cocina a ponerlo en la tostadora, me doy cuenta que en el hule he dejado marca por donde he pasado. Mierdaaaaa…… Se me escapa en voz alta y él, que está en la cocina, llega corriendo a ver que es lo que pasa. Ve el destrozo. Comienzan los gritos sobre lo irresponsable que soy, que mejor estaría sentadita que estorbándole, que solo yo soy capaz de hacer estas cosas… Y me enfado, porque una cosa es que tenga razón y otra que me lo tenga que decir con esas formas. Y además, que son unas rayitas de mierda que ni se ven. Y claro, cuando se le pasa el enfado y yo sigo enfadada viene pidiendo perdón, pero los gritos ya están ahí. Cuando a veces le digo que es un gruñón se queda pensativo y comienza a sentirse culpable, pero siempre vuelve a hacerlo aunque prometa no volver a ello. Y, una de dos: o paso de él cuando se pone así (con lo cual se enfada aún más) o intento evitar conflictos para que no hayan problemas (con lo que terminaría loca en un par de meses).

A veces no se como hacerle entender que no es mi padre, que no tiene que reñirme, que tengo 25 años y ya soy mayorcita.

Y otras veces pienso que solo debería gritarle “YA TE COMPRO OTRO HULE DE MIERDA, PERO CALLATE LA BOCA”.

A veces me doy cuenta de lo muy diferentes que somos y de lo difícil que es mantener un equilibrio. Pero le quiero y él me quiere a mí. Aunque seamos diferentes en casi todo.

Él es un preocupón de cuidado y yo soy un poco pasota. Para él es todo un drama que el hule se haya roto porque se me fue el cuchillo cortando el pan. Y yo lo único que veo son unas rayitas sin importancia. Si no encuentra el móvil inmediatamente se piensa que se lo han robado y no me deja que llame para encontrarlo “no vaya a ser que todavía no lo hayan encontrado y les ayudes a localizarlo”. Si yo no encuentro el móvil, pienso que me lo debo haber dejado en casa. Él tiene que medir exactamente las cantidades al cocinar y yo cocino a ojo. Él es un estresado y yo una irresponsable.

De hecho, creo que si encontráramos un punto medio entre su neuroticismo y mi inconsciencia sería la perfección. Lo suficientemente responsables como para poder cumplir con todo, lo suficientemente inconscientes para poder dormir a pierna suelta por las noches. Y ahora estará pensando el ingenuo de turno que nos complementamos y conseguimos este equilibrio entre los dos. ¡Mentira cochina! Lo único que conseguimos en este aspecto es tener discusiones sobre hules rotos, móviles perdidos y métodos de cocina. ¡Que difícil es la convivencia!