jueves, 16 de noviembre de 2006

Costumbres, vicios y malos hábitos

Las viejas costumbres nunca se pierden. Desde que vivimos juntos nos hemos dado cuenta de que existen un millar de cosas que a veces chocan, a veces se complementan y a veces eliminamos porque lo encontramos estúpido.

El otro día estábamos doblando ropa y, cuando ya habíamos acabado con todo el montón, aún quedaban 2 calcetines sueltos. Yo tengo una bolsa donde los guardo, los sueltos y también los que hace falta que se tape algún agujerillo. Él abrió la bolsa, miró el mar de calcetines que había dentro y preguntó que cada cuanto los emparejaba de nuevo. "No lo se" dije mientras pensaba que desde que instauré el almacén de los calcetines perdidos no los había vuelto a mirar.

Una costumbre suya que me llamó la atención es que congela el pan. Calcula más o menos lo que comeremos ese día, corta el resto en trocitos tamaño minibocadillo y los congela. Y cuando hay que descongelarlos, los dejas 20 minutillos a temperatura ambiente y queda bueno. Eso sí, cuando vienen mis padres hay que comprarlo recién hecho, porque el primer día que intenté ponerles pan descongelado me preguntaron si teníamos problemas con el dinero que no podíamos permitirnos comprar una barra de pan.

Otra costumbre, esta vez mia... o defecto, más bien... es que soy superdesordenada. Estoy leyendo un libro, lo acabo... y se queda donde lo he dejado un par de semanas. Me quito la ropa un día y se queda en la silla un par de semanas más. Bolis, libretas, agenda, teléfono, gameboy, libretas del banco, ropa por guardar, la caja de una estufa... Y estoy haciendo un recuento de la habitación donde estoy ahora mismo. Marc no es que sea mucho más ordenado, pero lo es más que yo. Algo más (no mucho, que luego se lo cree y no hay quien le aguante en semanas). Así que me llama "pegotitos", mote que ya tenía en casa de mis padres y que mi madre le chivó entre risas cuando Marc le explicó que era una desordenada.

Y, para equilibrar la balanza, una costumbre fea de Marc. Se hurga los dientes con un palillo. Aparte de lo hortera y desagradable que pueda ser esa costumbre... es que después de hurgarse.... se los guarda!! Y eso es ahora, porque antes me los encontraba en todos lados. Que se hurgaba en el comedor... palillo en la mesa del comedor. Que se hurgaba en la cocina... palillo en la cocina. Que se hurgaba en la habitación... palillo en la cama. Así que el día que me pinché en la cabeza al acostarme hice dos cosas en este orden. La primera, ponerle el puñetero palillo en su almohada a ver si él también se pinchaba y así me aliviaba un poco el enfado. La segunda, menos pueril, fue gritarle que o dejaba de plantar los palillos por toda la casa o que por lo menos sacaramos algo de beneficio de ello e inventara el árbol de los palillos. Como lo último no fue posible, por muy químico que sea, ha optado por guardarselos en los bolsillos. Así que hace colección y cuando quiere hacerme enfadar saca los palillos que tiene en los bolsillos y dice "ves?? Ahora no los dejo por ahí!! Y estan todos usados"... Puaghhhhhh

Costumbre suya al cocinar: necesita un pinche al lado. "Nena, pásame la cebolla" "Nena, corta las patatas a dados" "Nena, pásame la sal". Y no es que me moleste ayudarle en la cocina.... es que para hacer la mitad de las cosas que ordena tengo que quitarle de en medio porque la cocina es muuuuuuuy pequeña. E iría más rápido él solo.

Costumbre mia al cocinar: no mido absolutamente nada. Me quedan sopas superespesas, hago demasiada comida (menos mal que esto también lo congela), o demasiado poca (que es cuando sacamos algo del congelador)... Generalmente tengo problemas con las cantidades... pero lo que es la comida en si, me queda muuuuuy buena.

En fins... costumbres de los dos... si no fueramos tan cabezotas, probablemente ya habríamos cambiado alguna de ellas.

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